Pronto saldrá el sol, amanecerá, en el alba el sol brillara intensamente, es un nuevo día. Pues es verdad queridos amigos, es un nuevo período para nuestro querido movimiento, pero en algún momento de mi vida escuche, por coincidencia quizá, que siempre se debe terminar con un gran final.
Ahora ante todos ustedes quiero despedirme, agradecer, sentir y gustar de este último momento en el cual mirar a cada uno a los ojos es especial, y con cierta nostalgia recuerdo el rostro de emoción de cada campamento vivido, cada amigo hecho, cada esfuerzo realizado por el bienestar de los demás.
Cada recuerdo que pasa por mi mente dibuja una sonrisa en mi rostro, cuantas risas de noches de campamentos, de fogatas, cuanta alegría por una mala noche llega de conversaciones de amigo, llena de complicidad.
Recuerdo la imposición de pañoletas del año pasado, el inicio de un compromiso con los celistas por dirigir de la mejor manera el movimiento; también recuerdo las lágrimas de algunos iniciados al momento de recibir la pañoleta.
¿Cómo olvidar la sonrisa de la luna, el agua que da vida, el viento que besa tus mejillas, el frío que te hace permanecer unido para recibir el calor del otro? Todos los momentos inolvidables con los amigos, extrañare aquellas conversaciones, mirar la luna es diferente, al agua es preciosa, el viento te despierta, así se siente el campamento.
El palpitar de mi corazón es el mismo que el primer día de ser jefe, aun a punto de terminar, palpita con la fuerza que me permitió compartir con ustedes.
Gracias chicos y asesores por este período de jefe, en el cual apredendí bastante. Gracias por cada día de campamentos vividos, gracias a todos los amigos realizados, simplemente gracias.
Las lágrimas al final y la voz quebrantada, son un clásico, pero para romper con la monotonía, con ese clasismo, diré a todos gracias, felicitaciones todos los jefes tanto nuevos como a los salientes, y sonríe de alegría, con algo de nervios, pero con alegría al fin y al cabo.